viernes, 3 de septiembre de 2010

Cuentos cortos

El Maestro
Luego de caminar el empinado camino, Tomas, sudoro y algo nervioso por cierto, toco la puerta empotrada del humilde rancho, donde vivia el anciano, que para algunos, era el sabio de la comarca. -Maestro...maestro- Te ruego me atiendas. Decia Tomas en vista de la demora. ¿ Que quieres? contesto la ronca voz -Maestro he perdido mis sueños...mis sueños que de niño añoraba.-Que importa- Contesto el anciano- Si en el corto camino...los dos hemos perdido hasta el alma

Mi propio paraiso
Si tuviera que escoger en dónde morir, el sitio, el momento, el con quién, no tendría ni un instante de duda, sería tan sencillo, tanto como respirar, o tomar el alimento que tanto me gusta, o vestirme de azul mi color favorito. No te asustes, no me creas un desquiciado, o un fanático, solo soy alguien racional, sin miedo de afrontar aquello que a todos asusta, un alguien que ha comprendido que se muere cada día desde el mismo momento en que se nace, que hace rato afrontó el hecho de que la vida es prestada y tenemos que disfrutarla porque solo se vive un ratico, como cantan por ahí. Estoy dando muchas vueltas, ese ha sido mi mal incurable así suene irónico en boca de alguien que vive en un pabellón de terminales, me gustaría extinguirme aquí, en éste mismo sitio, frente a sus ojos hundidos, sus cabezas sin pelo y sus cuerpos flacos, porque el hogar no es la casa o el sitio en el que vives, el hogar y la familia la conforman los espacios y las personas en donde y con quien nos sentimos cómodos y amados, incluso para morir, por esto digo ahora y siempre que mi Propio Paraíso amigos son ustedes y el sitio para extinguirme es ésta sala aséptica en donde he aprendido a amar el dolor.

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